Ilustrado con proyectos de Francois Roche / R&Sie(n)
Los conciliábulos del urbanismo contemporáneo
más inquieto se han entregado con vocación heroica y revolucionaria al reseteado de casi todo el instrumental
metodológico, institucional y cultural heredado del siglo XX, que se ha
demostrado obsoleto para afrontar los problemas y desafíos que sobrevuelan la
vida en las ciudades desde el comienzo de la globalización. El hundimiento de
la política representativa (y consiguientemente, de los procesos de
planificación centralizada) han puesto sobre la mesa un programa de objetivos
que comienza en la revisión del pacto
social que hasta ahora suscribían ciudadanos, empresas y gestores públicos
para la toma de decisiones legislativas y organizativas de la habitación
humana, compleja como siempre y como nunca; la progresiva escasez de
combustibles fósiles (y su paralelo encarecimiento) obligan a repensar la métrica
urbana en busca de la minimización del
consumo energético (requerimiento que también afecta a cada objeto
arquitectónico); los flujos migratorios y las derivas sociopolíticas y
laborales postfordistas nos fuerzan a considerar las nuevas fricciones interculturales en nuestras
cada vez más babilónicas ciudades; y la imparable proliferación de tecnologías
telemáticas a escala personal y social propician sustanciales cambios en las
formas de vida que conminan al urbanista a incorporar las nuevas potencias y peligros tecnológicos a las
formas emergentes de civismo, urbanidad y convivencia. Eso lo sabemos todos.
Lo que quizás muchos no sepan es
que en este brainstorming colectivo que busca recapitular la idea de “ciudad”,
a menudo incurre en errores conceptuales y metodológicos que devalúan
notablemente la solidez de mucho de lo que se está haciendo y diciendo. La
tentación por simplificar los términos es siempre muy golosa, y así en
ocasiones caemos en la tramposa y perezosa retórica mixtificadora que identifica,
por ejemplo, “medio ambiente” con “biosfera”, “ecologismo” con “sostenibilidad”,
“cambio climático” con “escasez de recursos”, o “cibernética” con “computación digital”: mal vamos si para deshacer la madeja que se
nos presenta no aclaramos los hilos que la acometen. Observando cómo circulan
las palabras por los blogs y papers del ramo uno se encuentra no ya patadas al
diccionario, sino auténticos
contrasentidos argumentales que desenmascaran a muchos proyectos como meros
juegos de artificio que contravienen los presupuestos que dicen defender
Hablando del “sostenibilismo” ya insinuamos que muchas de las tendencias de
moda vinculadas a la ecología y lo verde son en realidad aberraciones técnico-estéticas
que consumen cantidades ingentes de recursos, o cómo muchas de las
investigaciones en bioconstrucción no pasan de ser excéntricos caprichos
burgueses cuyo potencial impacto sobre la eficacia energética o ambiental de la
ciudad son nulos, cuando no nocivos. Encuentro especialmente frustrante la confusión generalizada alrededor de los
prefijos “eco-“ y “ciber-“, que son utilizados
indiscriminadamente en función de prejuicios inconsistentes que nada tienen que
ver con el origen etimológico y científico de ambos. De este modo, si una
empresa habla por ejemplo de “eco-diseño
de muebles” está intentado afirmar que el mobiliario que ofertan no produce
efectos lesivos sobre el medio ambiente, y si en un texto se mencionan la “ciber-sociedad” o la “ciber-cultura” estamos hablando por
fuerza de procesos que involucren a máquinas de computación. Ni una cosa ni la
otra. No obstante, eco y ciber remiten en realidad a ideas bien
diferentes de las que consideramos en su uso popular. Quizás
contraintuitivamente, lo “eco” y lo “ciber” en la ciencia contemporánea pueden
reducirse prácticamente a una única idea, y máxime en el campo de lo urbano. De
hecho, “ecología urbana” y “urbanismo cibernético” pueden ser
considerados como dos enunciados diferentes para designar un mismo paradigma: el basado en la consideración de la ciudad
como sistema complejo de información sintáctica circuitada. Y este es
probablemente el planteamiento más decididamente post-humanista de las ciencias
urbanas actuales, en la medida en que descuenta los componentes históricos,
culturales o identitarios por su condición de contenido semántico, y por tanto
no computable.
Vayamos por partes. Según la
wikipedia (una fuente no especialmente fiable, pero ilustrativa en cuanto archivo
de las ideas más generalizadas) la ecología se define de la siguiente manera:
“La ecología es la ciencia que estudia a los seres vivos, su
ambiente, la distribución, abundancia y cómo esas propiedades son afectadas por
la interacción entre los organismos y su ambiente: «la biología
de los ecosistemas»
(Margalef,
1998, p. 2). En el ambiente se incluyen las propiedades físicas que
pueden ser descritas como la suma de factores abióticos locales, como el clima y la geología,
y los demás organismos que comparten ese hábitat (factores bióticos).”
Lo sorprendente de esta
caracterización es el protagonismo
absoluto que se otorga a los agentes biológicos como determinantes del
comportamiento de un sistema ecológico, además de definirlo como campo interdisciplinario
sin consistencia sistemática propia: en tanto en cuanto se trata de una especie
de síntesis de biología, geología y climatología, sus “objetos de estudio” no le son propios más que en segundo orden. Su
única competencia exclusiva son los procesos
relacionales que determinan la correlatividad entre flora, fauna, clima,
sustrato terrestre, etc. pero sin un “cuerpo”
de referencia propio. Según esta definición, en la medida en que todo
es sujeto ecológico, la ecología sería como una hiper-ciencia o ciencia
de todas las ciencias formalizada en categorías híbridas. En principio, ello la
convierte en un campo experimental, estrictamente empírico, que carecería de un
aparataje matemático propio (al contrario de la biología, la química o la
física, fuertemente sustentadas en formulaciones matemáticas universales a sus
objetos de estudio). Tal vez por eso una
cuestión como el cambio climático es formulada o rebatida únicamente mediante
observaciones empíricas, controvertibles por infalsables (es decir, no se
puede demostrar matemáticamente la causa
del cambio climático, sino únicamente deducirla sintéticamente mediante
mediciones y observaciones de fenómenos naturales).
En la definición se recurre al
término “ecosistema”, que viene a ser el conjunto de entidades
biológicas y abióticas (lo vivo y lo no vivo) que cohabitan en un mismo
hábitat determinados por un destino común: se trata de agrupaciones de agentes
mutuamente relacionados hasta el punto de funcionar como una unidad autónoma,
en la que los acontecimientos sobre un espécimen u objeto repercute de algún
modo en otros puntos del sistema. De nuevo las definiciones canónicas hacen
hincapié en que un ecosistema implicaría
la comparecencia de organismos vivos, de tal modo que por ejemplo un cúmulo
de galaxias no podría ser estudiado en términos ecológicos pues su
comportamiento respondería únicamente a determinaciones físico-químicas,
abióticas. Y es que la misma definición de “ecosistema”
como estudio de seres vivos lleva implícito un dogma occidental tan arraigado
como es la indeterminabilidad del
comportamiento de la vida: es más fácil prever el movimiento de una roca
que el de una rata, pues el dinamismo de esta última depende de factores tan
complejos que consideramos que tiene una “voluntad”
o libertad de albedrío del que carecen las piedras. Si los búfalos, las abejas o
los seres humanos somos entidades caóticas cuyas acciones no son previsibles
con exactitud, la ecología vería arruinada su supuesta cientificidad, pues las dinámicas de los ecosistemas estarían
sujetas a variables tan impredecibles como los comportamientos de los
organismos que lo componen. ¿Puede haber una ciencia de lo contingente?
Durante el siglo XX esta cuestión fue largamente debatida, y generalmente
resuelta mediante matemáticas
probabilísticas y estadísticas.
(Esto es muy sencillo de
entender: yo soy libre de suicidarme, y usted también. Todos lo somos, y esa
libertad íntima haría en principio imposible estimar la cantidad de suicidios
que puedan darse este año en este país, pues dicho número dependería de las
apetencias contingentes de cada uno. Sin embargo, las estadísticas pueden
predecir sin demasiado margen de error la cantidad de suicidios que tendrán
lugar este año, pues misteriosamente nuestra voluntad individual está coartada por el cómputo estadístico
general: el número de suicidios es función estadística de ciertas condiciones
de partida, medibles y lógicas. La indiferencia hacia las causas “humanas” de
cada uno es el principio activo del post-humanismo).
Para poder abordar
sistemáticamente los ecosistemas incluso teniendo en cuenta el factor caos que
le imprimen los organismos vivos, los científicos se sirvieron de las
diferentes ciencias que convergen en la caracterización de los sistemas complejos:
aquellos compuestos por diferentes agentes de cuyas interacciones se deducen propiedades
emergentes, es decir, que en cada nueva permutación producen información
adicional a la establecida en las condiciones de partida. “Sistemas complejos” como los flujos térmicos o los fenómenos
atmosféricos han podido así ser estudiados con precisión gracias a la
construcción de modelos descriptivos que los representen como sistemas circuitazos
de información en movimiento: el resultado de aquello que consideramos “voluntad” es siempre mapeable como información,
informable como función de las condiciones inicial. Lo que se consigue con esta
aproximación es una descripción de los fenómenos que prescinde de viejo y de la
lógica de control específica del sistema, anulando los psicologismos asociados
a los dinamismos biológicos (como voluntad, apetencia, deseo, placer, etc.) y consiguiendo por tanto describir cualquier
proceso inmanente a un sistema como función estrictamente estadística, como un mapeado de datos. Y es aquí donde
entra la cibernética.
Contrariamente a la creencia
popular que suele equiparar lo cibernético a computadoras y máquinas digitales,
lo cierto es que el objeto de dicha ciencia es cualquier sistema complejo
dinámico autorregulado, en el que cada transformación es resultado de
mecanismos de control de la información que lo recorren. En ese sentido, tanto
la robótica como la genética pueden ser descritos como procesos similares, pues
ambas son tecnologías en las que el input
es modulado y controlado por una serie de mecanismos que resuelven la forma que
tomará el output: una semilla opera como
un robot que maneja información sin necesidad de una consciencia que lo regule,
limitándose a distribuir la información de entrada (tierra, agua, sol)
reorganizándola y distribuyéndola espontáneamente en un orden de salida (hojas,
tallo, raices…). Para una explicación más pormenorizada de la historia de estas
ideas, recomiendo este
interesantísimo texto, que enlaza ideas de Aristóteles con la epigenética
contempoánea.
En los blogs y simposiosanglosajones dedicados al bio-urbanismo
o la ecología urbana, es muy
frecuente el recurso a la cibernética como instrumento que modeliza los
procesos urbanos, descritos como flujos autorregulados de información cuyo
dinamismo es perfectamente comprensible sin recurrir a la retórica humanística:
una postura diametralmente opuesta a la de los ecologismos reaccionarios, que
se basan como decíamos en equivalencias inmediatas y faltas de rigor entre “biología” y “ecosistema”, o presuponen que lo “natural” es “lo no artificial”.
Un auténtico bio-urbanismo no puede caer en el error de considerar que los objetos
y procesos antropogénicos son la antítesis de la natura: los plásticos o las
aleaciones complejas son propiedades emergentes de la naturaleza, inscritos en
el mismo proceso autoregulatorio que dirige el comportamiento de las selvas,
las sabanas o los desiertos.
El problema de los planteamientos
radicalmente cientificistas del urbanismo eco-cibernético es su peligrosa resolución de la cuestión
política: dicha doctrina, al descontar los contenidos semánticos (que son,
a fin de cuentas, los específicamente “espirituales”)
y considerar que cualquier sistema complejo (incluso las comunidades humanas y
sus ciudades) se auto-organizan espontáneamente en base a funciones
estadísticas, lo político se convierte en un dispositivo de control, un
interruptor de flujos al que no cabe plantar resistencia, pues su aparición es
una “propiedad emergente” que el propio sistema genera para autoregularse. Un
planteamiento que, como veremos en otras ocasiones, impide una articulación lógica entre la urbanística top > down (la
que heredamos del siglo XX, propia de una idea centralizada y paternalista del
Estado) y la bottom > up (la propia del liberalismo contemporáneo, tanto en
sus versiones disidentes como en las más descaradamente pro-capitalistas). A
título personal, casual o no, diré que todos los científicos de sistemas con los que he podido debatir en foros
compartían posicionamiento ideológico radicalmente liberal-austríaco. Sea como
fuere, tanto el estudio de los ecosistemas como la cibernética son en última
instancias ciencias del control…o, en términos de Gregory Bateson, de
restricciones: en nuestra mano está determinar qué criterios y parámetros han
de regirlo, y a quién ponemos tras los mandos.
"
La explicación causal clásica es generalmente positiva. Decimos que la
bola de billar B se ha movido en una dirección u otra porque la bola A le ha
golpeado en un determinado ángulo. En contraste con esta fórmula, la
explicación cibernética es siempre negativa. Consideramos qué posibilidades
alternativas podrían haber ocurrido hipotéticamente y luego nos preguntamos por
qué ninguna de ellas se ha realizado, de tal modo que lo que haya sucedido
realmente era una de las pocas que sí podían suceder. El ejemplo clásico de
este tipo de explicación es la teoría de la evolución selectiva de las
especies. Según ella, los organismos que no eran fisiológica y ambientalmente
viables no podrían haber vivido para reproducirse. Por tanto, la evolución
siempre sigue patrones de viabilidad. Como señaló Lewis Carroll, esa teoría
explica muy satisfactoriamente por qué no existen mariposas hechas de pan y
mantequilla.
En lenguaje cibernético, el curso de los acontecimientos está sujeto a
restricciones, y se asume que al margen de ellas el patrón evolutivo estaría
gobernado únicamente por la igualdad de probabilidades. De hecho, las
restricciones de las que depende la teoría cibernética pueden ser contempladas
en todo caso como factores que determinan diferencia de probabilidades. Si
encontramos un mono tecleando en un teclado aparentemente al azar pero que de
hecho está escribiendo algo coherente, buscaremos restricciones, sea en el mono
o en el teclado. Tal vez el mono no podría teclear teclas inapropiadas, a lo
mejor el teclado no funciona si se teclea incorrectamente, tal vez las letras
incoherentes no podrían sobrevivir en el papel. En algún lugar debe haber un
circuito que encuentra errores y los elimina.
Idealmente (y de forma habitual) los acontecimientos reales en cualquier
secuencia o agregado están determinados únicamente en los términos de la
explicación cibernética. Condicionantes de tipo muy diferente se combinan para
generar una restricción única. Por ejemplo, la selección de una pieza para una
determinada posición en un puzzle está restringida por muchos factores. Su
forma ha de ser compatible con la de las piezas que la rodean y posiblemente
con los límites del puzzle, el color ha de ser coherente con el color patrón de
su región, la orientación de sus bordes debe obedecer las regularidades
topológicas impuestas por la máquina que cortó las piezas del puzzle, etcétera.
Desde el punto de vista de quien está intentando resolver el puzzle, son
pistas, es decir, fuentes de información que van guiando su selección. Desde el
punto de vista del observador cibernético, son restricciones.
De manera similar, desde el punto de vista cibernético, una palabra en
una frase, o una letra dentro de una palabra, o la anatomía de una parte dentro
de un organismo, o el papel de una especie en un ecosistema, o el
comportamiento de un miembro en una familia… todos pueden ser explicados
negativamente mediante el análisis de las restricciones.
La formulación negativa de dicha explicación es comparable precisamente
con la forma demostrativa lógica por reducción al absurdo. En ese tipo de
prueba, un conjunto suficiente de proposiciones alternativas y mutuamente
excluyentes viene enumerado, por ejemplo “P” y “no P”, y el proceso de prueba
opera demostrando que todas las proposiciones menos una son imposibles o
“absurdas”. En consecuencia, la proposición superviviente debe ser coherente
con los términos lógicos del sistema. Este es un mecanismo de comprobación que
no suele convencer a los no matemáticos, y sin duda la teoría de la selección
natural les resulta a menudo dudosa por razones similares.
Otra prueba táctica o matemática que tiene equivalente en la construcción
de explicaciones cibenéticas es el uso del “mapeo” o metáfora rigurosa. Una
proposición algebraica puede por ejemplo ser mapeada como un sistema de
coordenadas geométricas y ser demostrada por procedimientos geométricos. En
cibernética, el mapeo aparece como técnica explicativa cada vez que se recurre
a un modelo conceptual o, más concretamente, cuando una computadora es
utilizada para simular un proceso comunicativo complejo. Pero esta no es la
única aparición del mapeo en esta ciencia. Procesos formales de mapeado,
traslación o transformación son, por principio, recurrentes en cualquier paso
de cualquier secuencia de fenómenos que el científico cibernético esté
intentando explicar. Esos mapeados o trans-formaciones pueden ser muy
complejos, por ejemplo cuando el output de una máquina es considerado como una
transformación del input; o pueden ser muy simples, como cuando la rotación de
un eje en un punto es considerado como la transformación de su rotación
respecto a un punto previo.
Las relaciones que permanecen constantes tras tales transformaciones
pueden ser de cualquier tipo imaginable. El paralelismo entre la explicación
cibernética y la táctica lógica o matemática no es nada trivial: (…) Después de
todo, el objeto de estudio de la cibernética no son los acontecimientos o los
objetos sino la información implicada en dichos acontecimientos u objetos, pues
consideramos que éstos como actos proposititos, proposiciones, mensajes,
preceptos, etc. Al ser el objeto de estudio una proposición, es de esperar que
la explicación simule la lógica.
"
Hey!,.. Caesar Observer,.. aquí Albertus Intrigatus,.. al aparatus. Ahorita mismo no tengo mucho tiempo para comentarte algo, pero cuando pueda lo haré :-) ... Yo te hacía en un pueblito perdido, disfrazado de hipilongo gurú,.. ya ves tú,.. ¡qué cosas se imagina uno! :-) ... en Japón, en Holanda, en Groenlandia,.. no sé,.. el caso es que si vuelves a las andadas,.. pues de vez en cuando algo tendré que decir, supongo,.. que a mí me da igual el palo que se esté jugando,.. que yo, como tú,.. erre que erre,.. aunque yo con JB, claro,.. pero que ya le voy superando, eh?,.. que tal vez por eso me ha dado últimamente por la música, practicando esa extraña afición que me dio por el piano,.. y por otras cosillas parecidas,.. pero que algún huequecillo encontraré para comentarte esto de la arquitectura,.. que como bien dices tú,.. tal vez uno acabe siempre en lo mismo,.. pasando por "lo otro", claro,.. y que a lo mejor todo son excusas para dar vueltas en torno a eso que Cioran llamaba "el carácter", o más bien yo diría, la esencia que cada uno tiene,.. y me alegra saber que tú también sigues obcecado con tus obcecaciones,.. y que no cedes un milímetro a eso que llaman "la realidad" de las cosas,.. así que cuando pueda pasarme por aquí,.. te leo y te comento,.. y a ver si me vuelvo a aficionar a esto de internet,.. que desde que me "desconecté",.. también vivo feliz,.. pero lo echo de menos "un poco", claro,.. y por cierto,.. de tan poco que usaba el mail, ya no tengo forma de entrar,.. de modo que si algo me quisieras decir,.. pues usa este de "intrigatus" gmail punto com,.. porque el otro de yahoo... está "kaput",.. pues lo dicho amigo virtureal,.. o hermano neurotransmisorial,.. hasta más "ver",.. ¡Un abrazo! :-)
ResponderEliminarjajaja no me puedo creer lo del mail porque a mí me pasó lo mismo!!! me obligaron a cambiar la clave y metí una que no recuerdo... total que lo perdí :-( en fín estamos en contacto, un saludo!!!! (y sí, estoy en un pueblo, pero de galicia) Abrazote!!!!
Eliminaroye si te da el punto escríbeme a cesarlosadaromero@hotmail.com y nos contamos.... oye genial lo del piano, me encantaría saber tocarlo, pero sé que es muy complicado, tengo un amigo muy virtuoso pero practicaba 6 horas l día, "gimnasia para los dedos" como él decía, todo un arte
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