Este niño mimado del circuito museístico es arquitecto de formación... pero en ocasiones ha definido su proyecto artístico como "antiarquitectura". Con todo, el lenguaje que despliega en sus exuberantes instalaciones explora con radicalidad algunos de los principios formales que han estado animando la experimentación arquitectónica de los últimos lustros. La ingravidez y la inmaterialidad presiden un universo reminiscente de los diagramas fitogenéticos, la fractalidad meteorológica o el orden impresente del rizoma: una fórmula que lo ha capatultado a las listas de los más vendidos, y los más comentados.
Poetic
Cosmos
of the
Breath
Tomas Saraceno, 2007
Cosmos
of the
Breath
Tomas Saraceno, 2007
Tomás Saraceno es un nombre que volverá a este blog a menudo, pues se trata de uno de los artistas más respetados en lo que respecta a la producción de espacios efímeros. Arquitecto de formación y visionario a la vieja usanza, su figura evoca quizás la del ingeniero de ideas peregrinas de mediados de siglo, a lo Buckminster Fuller, Yona Friedman o los Metabolistas, creadores de artefactos espaciales con un pie en la mecánica y otro en la utopía, cuyas ideas (técnicamente perfectas, pero instrumentalmente demasiado radicales para ser arquitectura) les condenaban al casillero de heterodoxos inclasificables, cuando en realidad sus obras tenían más voluntad de ser leídas como posibilidades del mundo real que como simples escenificaciones artísticas. Hay un realismo gremial del arquitecto, moralizante y punitivo, que férreamente se resiste a considerar como "arquitectura" todas aquellas experiencias espaciales que trasciendan el imperativo del "programa". Digamos entonces que Saraceno es artista, en un sentido que quizás sea el de las vanguardias, ya que el arquitecto lo considera como su afuera.
Practicante de una plástica de la inmaterialidad en la que espacio y materia minimizan su frontera a través de transparencias, estructuras alámbricas, superficies sinuosas y cuerpos filamentosos, su trabajo puede leerse como clásico en la medida en que es la traducción al mundo de la estética de muchos de los conceptos que están rondando en la cultura contemporánea: el flujo, la nube, lo atópico, lo ucrónico, el rizoma, la red, lo múltiple, le leve, lo accidental, lo efímero. Para ello, utiliza una gramática espacial no muy distante del urbanismo situacionista, ampliada ahora con la cosmovisión evanescente propia del homo computacional que ha escuchado a los científicos decir que la materia no existe, y acostumbrado a sobrevivir a través de espacios de incertidumbre.
Lo que Saraceno que tiene de visionario y anti-representativo, lo tiene de político: su utopía espacial, soñada por ecólogos y urbanistas, es la de una ciudad etérea que desaparece en el brillo de las conexiones que la vivifican, sin peso ni sustancia, hecha de atmósfera, time lapse y sensación. Entre el líquido y lo gaseoso, el tiempo dirá si sus piezas son escenificaciones de una utopía, o ejemplos de la misma.
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