El paradigma historiográfico en
el que ha sido educado nuestro “sentido común” posmoderno ha llevado a nuestras
sociedades a considerar que el mundo es demasiado complejo y diverso como para
poder ser recogido en una única historia lineal, que cada uno cuenta las cosas
en función de sus intereses específicos y por tanto no hay posibilidad de
encontrar un relato “científico” que dé cuenta con rigor e imparcial de los
infinitos matices de los acontecimientos: toda tentativa de “historiología” es
un espejismo en el mejor de los casos, cuando no una truquiñuela
malintencionada para someter al pueblo mediante el secuestro de su memoria. Las
antiguas competencias de la historiografía han sido trasferidas al periodismo
(los verdadores narradores, inventores de sentido para el devenir
contemporáneo), y la operatividad que pudiese tener sobre la vida cotidiana
tiende a volverse cero.
Sin embargo, por muchos The End
que le hayan querido colocar y por muchas “modernidadeslíquidas” que hayan querido disolverla en cacofonía, la realidad de lo
historiográfico (no hablo ya de lo histórico) es omnipresente presente en
nuestra relación con el mundo. El Estado mismo, en cuanto ordenación y reparto
de la realidad convivida, es el efecto de una determinada narrativa, es un
artefacto historiográfico. La gravedad con la que los grandes pensadores han
exigido siempre pulcritud en la producción de Historias, tiene que ver con su
peligroso poder biopolítico, dada la inscripción de la memoria en nuestra
experiencia más inmediata, en la fenomenología de lo doméstico: nuestra vida
está filtrada imperceptiblemente por el filtro de las narrativas históricas,
que son lo que dotan de realidad y esencia a absolutamente todo lo que nos
rodea.
Uno de tantos méritos que hicieron a Koolhaas el más fabuloso narrador de los territorios contemporáneos (a los que supo dotar de sentido como ningún otro) ha sido su aceptación desprejuiciada de la nueva historiografía de estructura periodística: sus libros están plagados de microhistorias, eventos puntuales que recorre hacia delante y hacia atrás enlazados mediante la lógica que inventa en cada caso, sin más suelo teleológico que el de una Modernidad que, tal y como es entendida por él, no logro entender muy bien. No he encontrado ningún paper en el que se sistematice sus aportaciones al problema de la historia, así que no tengo nada claro qué papel concede a las narrativas en sí mismas como desencadenantes de procesos urbanos. En alguna ocasión afirmó que las ideas de Fukuyama sobre el “fin de la historia” le resultaban propias de la morosidad occidental, a la que contraponía la desprejuiciada temeridad oriental y su capacidad de expandirse sin mirar demasiado atrás (y hacer Historia desatendiendo a las historiografías). Siguiendo una lógica peligrosamente similar a la de los mercaderes, en ocasiones parece que Koolhaas considerase que la historia viene a ser un estorbo, un obstáculo que en demasiadas ocasiones contraviene las impetuosas fuerzas con las que la ciudad insiste en traicionarse a sí misma. Los fenómenos urbanos que obsesionaron a Koolhaas durante muchos años (los desmadres en Lagos, la época más próspera en la construcción de Manhattan, la hiperveloz urbanización China…) tenían en común el hecho de hacer tabula rasa de toda precondición histórica, de ser un “empezar de cero” en el que la modernidad se despliega libre de toda brida y sin pecado original. En retrospectiva, OMA sólo se interesó un poco por el Viejo Continente cuando parecía esbozarse la posibilidad de su reconfiguración integral de manos del Parlamento Europeo, pero en cuanto constató que aquello no podía cuajar en un proyecto de ruptura, regresó a los exuberantes fenómenos de “los emergentes”. Siempre nos quedará la duda de por qué no puso el ojo en las aporías de la burbuja inmobiliaria española (que, por si alguien no se ha enterado, se estudia en escuelas de economía de todo el mundo, y está ya condierada la madre de todas las burbujas).
El propio Koolhaas muy inteligentemente está mostrando cierto interés en recular de ciertas posturas anteriores y a su recuperado respeto por el planeamiento, une ahora el del análisis de los mecanismos de producción y gestión de monumentalidad. Me ha resultado muy gratificante la conferencia “Preservation of History”, en la que presenta una prudente declaración de intenciones (o propuesta de una línea de reflexión e investigación) más que llegar a conclusiones verdaderamente memorables. En su peculiar maniera efectista, llena de hiatos y síncopas, recorre casos tan envenenados como la gestión del patrimonio nazi o la divertida conversión en monumento de lo que en su día era simplemente la casa para un paralítico en Burdeos.La charla recoge las conclusiones de un sarrao organizado por OMA en el 2011 llamado Cronocaos, en el que cuestionaban las actuales dinámicas y legislaciones en la preservación de patrimonio. Un tema que en mi opinión no han sabido estudiar hasta las últimas consecuencias, al concebir muy desdeñosamente al Monumento desde perezosos prejuicios posmodernos... cuando se trata de un tema con muchas más inflexiones y recovecos de los que Koolhaas logra advertir. Su praxeología empirista y su cinismo "realista" le impiden morder hueso en un asunto, el de la monumentalidad, que algunos todavía consideramos crucial para entender el por qué existe la Arquitectura (un esbozo de mis ideas al respecto lo podéis encontrar en la columna de la derecha del blog, donde enlazo y texto llamado "Mutations of monumentality" donde abordo el problema desde una perspectiva muy otra). En culquier caso, el hecho de que Koolhaas se una a los debates sobre presrvación, monumentalidad y producción de memoria, lo recuperan para el tipo de asuntos a los que los arquitectos pequeños nos enfrentamos cada día, obligados a pisar con cautela en territorios plagados de minas, y entre ellas, esa poderosa bomba oculta que es siempre la Historia. Enlazo el video, y una charla de un pupilo suyo en la que explica el contenido de Cronocaos.
^
Como postdata cinematográfica, recomiendo la brillantísima “Usptream Colour” de Shane Carruth, un ingeniosísimo director que ya en “Primer” había dado muestras de un talento inusual para retorcer las historias mediante la distorsión de su orden cronológico. En la senda de otras ucronías y atopías recientes como “Inland Empire”, “Cloud Atlas” o “Beyond the Black Raimbow” (films que orbitaban sobre su desconcertante deconstrucción del tiempo histórico, y la consiguiente espectralidad de todo sentido) seguramente “Upstream Color” sea la mejor de todas ellas, la Obra Maestra en la que por fin se consigue disolver la cadencia crisis / camino / catarsis de la narrativa convencional para conseguir un climax sensorial sin presentar un relato teleológico cerrado. Su estructura es la de un puzzle indescifrable por la proliferación de espacios en blanco entre sus piezas, fragmentos incomposibles y que, privados de sentido, se resuelven por la vía de la sensación, el padecimiento. Una narrativa no ya líquida, sino hilvanada por infinitas línea de consistencia que consiguen salvar un extraño halo de tragedia. Y ante todo una poética ilustración del desvanecimiento de la Historia personal: el mismo problema de la Historiografía general (la que compete a Koolhaas), inoculada en le corazón de cada pequeña biografía, en la forma de percibir la realidad propia de cada persona.
Y ya terminamos con una charla sólo para freaks de ciertos temas: nuestro garn gurú Jacques Ranciere hablando de Comunidades Literarias, que viene a ser la trasposición al terreno de la sociopolítica de la potencia aglutinadora de las narrativas. Imprescindible como siempre.
((( Ilustraciones de los juegos Imperium Romanum, Roads of Rome y Glory of the Roman Empire, propiedad de las respectivas empresas desarrolladoras )))
Uno de tantos méritos que hicieron a Koolhaas el más fabuloso narrador de los territorios contemporáneos (a los que supo dotar de sentido como ningún otro) ha sido su aceptación desprejuiciada de la nueva historiografía de estructura periodística: sus libros están plagados de microhistorias, eventos puntuales que recorre hacia delante y hacia atrás enlazados mediante la lógica que inventa en cada caso, sin más suelo teleológico que el de una Modernidad que, tal y como es entendida por él, no logro entender muy bien. No he encontrado ningún paper en el que se sistematice sus aportaciones al problema de la historia, así que no tengo nada claro qué papel concede a las narrativas en sí mismas como desencadenantes de procesos urbanos. En alguna ocasión afirmó que las ideas de Fukuyama sobre el “fin de la historia” le resultaban propias de la morosidad occidental, a la que contraponía la desprejuiciada temeridad oriental y su capacidad de expandirse sin mirar demasiado atrás (y hacer Historia desatendiendo a las historiografías). Siguiendo una lógica peligrosamente similar a la de los mercaderes, en ocasiones parece que Koolhaas considerase que la historia viene a ser un estorbo, un obstáculo que en demasiadas ocasiones contraviene las impetuosas fuerzas con las que la ciudad insiste en traicionarse a sí misma. Los fenómenos urbanos que obsesionaron a Koolhaas durante muchos años (los desmadres en Lagos, la época más próspera en la construcción de Manhattan, la hiperveloz urbanización China…) tenían en común el hecho de hacer tabula rasa de toda precondición histórica, de ser un “empezar de cero” en el que la modernidad se despliega libre de toda brida y sin pecado original. En retrospectiva, OMA sólo se interesó un poco por el Viejo Continente cuando parecía esbozarse la posibilidad de su reconfiguración integral de manos del Parlamento Europeo, pero en cuanto constató que aquello no podía cuajar en un proyecto de ruptura, regresó a los exuberantes fenómenos de “los emergentes”. Siempre nos quedará la duda de por qué no puso el ojo en las aporías de la burbuja inmobiliaria española (que, por si alguien no se ha enterado, se estudia en escuelas de economía de todo el mundo, y está ya condierada la madre de todas las burbujas).
En eso como en tantas cosas,
habrá que ver hasta qué punto no se equivocó, pues si algo está resultando
interesante en la maraña intelectual post-crisis es la búsqueda constructiva de
narrativas críticas capaces de revertir la licuefacción del tiempo que impuso
dogmáticamente la “modernidad líquida”. Se respira en todos los círculos “de
letras” que la gran urgencia del presente (y también en las competencias de la arquitectura) es la
recuperación de la operatividad de las narrativas, incluso aceptando la
inviabilidad de recomponer una “Historiología” afirmativa. Mientras los
pánfilos de la cultura TEDx montan sus circos de estética amable a base de
gadgets de tecno-ciencia empírica, los procesos más interesantes del urbanismo
de hoy tienen que ver en muchos casos con el papel de la memoria, especialmente
en la entrada de muchos países latinoamericanos en la ultramodernidad: en más
de una ocasión, se ha demostrado que la memoria colectiva es una de los
instrumentos más potentes de resistencia a la homogeneidad neocon.
El propio Koolhaas muy inteligentemente está mostrando cierto interés en recular de ciertas posturas anteriores y a su recuperado respeto por el planeamiento, une ahora el del análisis de los mecanismos de producción y gestión de monumentalidad. Me ha resultado muy gratificante la conferencia “Preservation of History”, en la que presenta una prudente declaración de intenciones (o propuesta de una línea de reflexión e investigación) más que llegar a conclusiones verdaderamente memorables. En su peculiar maniera efectista, llena de hiatos y síncopas, recorre casos tan envenenados como la gestión del patrimonio nazi o la divertida conversión en monumento de lo que en su día era simplemente la casa para un paralítico en Burdeos.La charla recoge las conclusiones de un sarrao organizado por OMA en el 2011 llamado Cronocaos, en el que cuestionaban las actuales dinámicas y legislaciones en la preservación de patrimonio. Un tema que en mi opinión no han sabido estudiar hasta las últimas consecuencias, al concebir muy desdeñosamente al Monumento desde perezosos prejuicios posmodernos... cuando se trata de un tema con muchas más inflexiones y recovecos de los que Koolhaas logra advertir. Su praxeología empirista y su cinismo "realista" le impiden morder hueso en un asunto, el de la monumentalidad, que algunos todavía consideramos crucial para entender el por qué existe la Arquitectura (un esbozo de mis ideas al respecto lo podéis encontrar en la columna de la derecha del blog, donde enlazo y texto llamado "Mutations of monumentality" donde abordo el problema desde una perspectiva muy otra). En culquier caso, el hecho de que Koolhaas se una a los debates sobre presrvación, monumentalidad y producción de memoria, lo recuperan para el tipo de asuntos a los que los arquitectos pequeños nos enfrentamos cada día, obligados a pisar con cautela en territorios plagados de minas, y entre ellas, esa poderosa bomba oculta que es siempre la Historia. Enlazo el video, y una charla de un pupilo suyo en la que explica el contenido de Cronocaos.
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Como postdata cinematográfica, recomiendo la brillantísima “Usptream Colour” de Shane Carruth, un ingeniosísimo director que ya en “Primer” había dado muestras de un talento inusual para retorcer las historias mediante la distorsión de su orden cronológico. En la senda de otras ucronías y atopías recientes como “Inland Empire”, “Cloud Atlas” o “Beyond the Black Raimbow” (films que orbitaban sobre su desconcertante deconstrucción del tiempo histórico, y la consiguiente espectralidad de todo sentido) seguramente “Upstream Color” sea la mejor de todas ellas, la Obra Maestra en la que por fin se consigue disolver la cadencia crisis / camino / catarsis de la narrativa convencional para conseguir un climax sensorial sin presentar un relato teleológico cerrado. Su estructura es la de un puzzle indescifrable por la proliferación de espacios en blanco entre sus piezas, fragmentos incomposibles y que, privados de sentido, se resuelven por la vía de la sensación, el padecimiento. Una narrativa no ya líquida, sino hilvanada por infinitas línea de consistencia que consiguen salvar un extraño halo de tragedia. Y ante todo una poética ilustración del desvanecimiento de la Historia personal: el mismo problema de la Historiografía general (la que compete a Koolhaas), inoculada en le corazón de cada pequeña biografía, en la forma de percibir la realidad propia de cada persona.
Y ya terminamos con una charla sólo para freaks de ciertos temas: nuestro garn gurú Jacques Ranciere hablando de Comunidades Literarias, que viene a ser la trasposición al terreno de la sociopolítica de la potencia aglutinadora de las narrativas. Imprescindible como siempre.
((( Ilustraciones de los juegos Imperium Romanum, Roads of Rome y Glory of the Roman Empire, propiedad de las respectivas empresas desarrolladoras )))
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