Nos hemos dicho a nosotros que no gobiernan los políticos, sino que gobierna el capital: la cuestión política por excelencia es por tanto tener claro quién pone en movimiento sus flujos, cómo se articulan las decisiones. Y para ello nada mejor que observar la gran ceremonia del capitalismo: la presentación de balances en una junta de accionistas.
Los protocolos de comunicación de
las instituciones económicas contemporáneas, por más que inviertan ingentes
sumas de dinero en financiar técnicas de persuasión visual, marketing espacial,
cognición mass-mediática o modulación del branding,
siguen en el fondo estrategias espaciales tan antiguas como toda la cultura
occidental. Los elementos son siempre los mismos: un proscenio que funciona
como una superficie de proyección simbólica, gestión emocional de la atmósfera,
focalización de la atención en determinados puntos singulares… y un sentido de
la escenografía que eclipsa la racionalidad (y la comicidad) mediante
triquiñuelas dramatúrgicas. Desde lo más antiguos altares pre-cristianos a las
últimas conferencias de la secta TEDx, los oráculos siempre optan por la misma
estructura espacial: el concepto griego del theatron, “lugar para ver”,
la peana para la prédica, el decoro de la proclama, fondo, espejo, velo y
ventana. Paisaje pleno, ensoñación.
(((escenografía del Banco del Santander: esquinas redondeadas, simbología de marca monumentalizada, muraturas planas, formas teconlógicas, eficacia gestora, pompa imperial)))
Política del agente doble.
Las grandes galas requieren un
cuidado quirúrgico en su escenificación: el contexto ha de estar a la altura
simbólica de la narrativa que se materializa en cada ceremonia. La historia de
una empresa puede intuirse observando qué sillas proporcionan a sus trabajadores,
y cuáles a los capataces.
La junta de accionistas es un
evento con más pliegues de lo que solemos intuir, pues lo que tiene lugar en
ella es el juego político por antonomasia: la dialéctica entre los agentes de
un poder, el chequeo médico de un organismo, intereses individuales confrontándose
con intereses compartidos. Es por tanto un
pulso, un juicio y una pugna, donde todos son agentes dobles.
El capitalismo popular: Tú puedes ser un patricio
Hay algo de triste comicidad en
la creencia popular de que la posibilidad de participar en los juegos del
capital (vía bolsa, vía inversión inmobiliaria, vía ahorro especulativo) es una
“conquista” democrática del pueblo
paralela al Estado del Bienestar o la pax
americana: la “clase media” occidental habría así conseguido por méritos
propios, y gracias a su esfuerzo solidario, utilizar los excedentes de su
trabajo para obtener ingresos directos mediante inversión productiva en capital.
La leyenda del capitalismo democrático dice que el dueño manda. ¿Quién manda en los bancos? ¿Los banqueros? ¿Y en
las grandes empresas del Ibex?
La gestión de facto de cualquier
gran sociedad anónima es llevada a cabo por una junta directiva que ejerce de
gobierno técnico que formaliza la realpolitik cotidiana, pero las decisiones
estructurales corresponden en todo caso a la junta de accionistas. Y en el caso
por ejemplo del Santander, quizás sorprenda saber que Emilio Botín no alcanza
ni el 1% de las acciones del banco, cuyo grueso está diversificado entre
pequeños ahorradores y fondos de inversión (que, a su vez, mueven el dinero de
otros inversores). En la era del capitalismo popular global, el poder real está
en manos de los shareholders, o al
menos esa es la estructura real del reparto de atribuciones. El liberalismo se
articula mediante asambleas privadas.
Sin embargo, si observamos la escenografía
habitual en las grandes juntas de accionistas, la ordenación de los agentes en
el espacio parece ilustrar un modelo diferente: sobre el escenario la junta directiva, y en las gradas la masa social
del pequeño accionariado, ejerciendo a la vez de jueces y espectadores. Lo que
en principio es una reunión técnica para presentar balances, recapitular las
líneas de acción empresarial y tomar decisiones, se ha convertido en ceremonias
celebrativas en las que los directivos son presentados como líderes carismáticos
a los que los accionistas siguen con fe ciega: la horizontalidad parlamentaria
de una asamblea desaparece, transformándose en desconcertantes shows
propagandísticos a mayor gloria de los “valores” de cada empresa, cuya estética
no tiene nada que envidiar a la de cualquier gran evento multitudinario. En
Estados Unidos son habituales las actuaciones musicales y circenses, para
deleitar al pequeño accionista y dotar de apariencia festiva a reuniones que,
en el fondo, son las que rigen el destino del mundo. La dialéctica del amo y
del esclavo (en la que ambos participan activamente del reparto de roles) travestida
como amable entretenimiento para las masas. (((En la foto, Justin Timberlake actuando en la junta de accionistas de Walmart).
En las asambleas del Santander,
Botín adquiere tanto protagonismo escénico como el Papa en las grandes
homilías. Botín ilustra otra ingeniosa invención del capialismo: la del líder
abyecto y malvado sobre el que proyectar la responsabilidad de las tropelías de
una empresa, y así exculpar moralmente a sus accionistas. Pero no es más que un
señuelo, un Caballo de Troya, una máscara: en un ejercicio de ventriloquia, los
accionistas (la clase media) se sirven de un teleñeco para poder hacer el mal
hipócritamente, y sin aparecer en la foto.
Autoengaño en el corazón de nuestro pacto social: el dueño no manda, quién
mando son siempre los demás. Botín no es un jefe, sino un portavoz de los patricios, que somos ¿todos?
Este juego también puede ser interpretado inversamente: son las juntas directivas las que gobiernan, un aparato de captura de la subjetividad de los accionistas, invirtiendo la relación entre el ventrílocuo y su marioneta. La estética patricia de estos eventos y su grandilocuencia clasicista (y por tanto clasista) seducen al poseedor de acciones al convencerle de que ses parte de un organismo de poder que le trasciende y hace fuerte, el ABC de la erótica del poder: de mi mano, serás patricio. Identidad, empresa, monumentalidad.
((( Junta de accionistas de Siemens )))
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