1.
Los viejunos recordaréis aquellos
entrañables monigotes que eran los Curris
(en inglés doozers) de la inolvidable
serie Fraggle Rock: era aquella
especie que convivía pacíficamente con los protagonistas, con discreción y sin
provocar conflictos, pues dedicaban todos sus esfuerzos a la edificación de
unas extrañas e inútiles construcciones transparentes con sabor a caramelo,
para deleite de los propios Fraggle, que las devoraban sin contemplación. Cada
día los Curris construían nuevos edificios, y cada día los Fraggle se los
comían como si fuesen frutas del bosque. En uno
de los más memorables episodios del serial de Jim Henson, Mokey (la Fraggle concienciada y ecologista: toda una Charo)
llega a la conclusión de que sus compañeros deben ser más respetuosos con el
trabajo de los Curris, cuyas esforzadas edificaciones son destruidas
egoístamente por la glotonería Fraggle. Tras una ardua tarea de adoctrinamiento
ético, Mokey finalmente consigue convencer a sus congéneres de que deben dejar
de consumir las construcciones Curri, por aquello del hermanamiento entre las
especies y el respeto a las formas de vida diferentes.
Lo paradoja de esta envenenada
metáfora viene a continuación: los Curris continúan levantando nuevas
estructuras mientras las antiguas ya no son devoradas, dándose la problemática
circunstancia de que se han quedado sin espacio para construir, y se ven
obligados a emigrar (con todo el dolor de su corazón) en busca de cuevas vacías
en las que sí puedan seguir haciendo aquello que les gusta, aquello que saben
hacer. Al término del episodio, los Fraggle deciden reanudar su costumbre de
comerse las dichosas estructuras, con lo cual queda restablecido el orden
anterior: en realidad, a los Curris les encantaba que los Fraggle devorasen las
construcciones, pues eso es lo que daba sentido a su trabajo.
2.
No me negarán que el argumento es
fabuloso, y se pueden buscar infinitas analogías de esta parábola con la
economía contemporánea: la destrucción
creativa promulgada por Schumpeter
y la escuela de liberalismo austríaco, la simbiosis y parasitismo de la teoría
de ecosistemas, la célebre máxima de Keynes “Es
mejor poner a los parados a poner a cavar zanjas y taparlas antes que dejarlos
fuera del sistema”, la lógica de la obsolescencia programada, y si me apuran la vieja
leyenda griega de Sísifo y su
penitente hábito de empujar infructuosamente siempre la misma piedra.
Que la especie humana, en cuanto Ser impetuoso,
disfruta construyendo, es la esencia misma de la historia. Pero esta pasión por
la creación es paralela al impulso destructor, gracias al cual nos garantizamos
como especie la disponibilidad de nuevos territorios sobre los que seguir
construyendo. La dialéctica nuclear a las civilizaciones es la concatenación de construcción y
destrucción, trazado y borrado, ascensión y caída, producción y consumo, cimentación
y demolición. El objetivo de dicho círculo vicioso (¿o virtuoso?) según la
metáfora Fraggle no es tanto el interés de lo construido, sino más bien el
disfrute inherente al hecho de idearlo, proyectarlo, realizarlo: una idea que
seguramente hará las delicias de los numerosos seguidores contemporáneos de la filosofía
de los procesos y su glorificación del citius, altius, fortius.
Los escépticos, en cambio, consideramos con Nietzsche que donde muchos hablan de Progreso sólo hay en realidad Eterno Retorno,
desconfiando entonces de que sea realmente útil destruir para poder seguir
construyendo, a sabiendas de que tal dinámica no conduce a ningún lugar. Los
que confiábamos con que esta crisis hubiese sido una buena oportunidad para que
Sísifo dejase de empujar su piedra por un instante y se sentase a contemplar el
paisaje, hemos llegado a la conclusión de que quizás habría que parar máquinas.
O lo que es lo mismo: poner a las máquinas a funcionar.
3.
A occidente le sucede lo mismo que a los Curris:
estamos acostumbrados a trabajar a destajo, no sabemos hacer otra cosa, y por
eso producimos artefactos con fecha de caducidad. El hecho por ejemplo de que nuestra
ropa sea tan cutre y perecedera, y tan sujeta a las modas además, se debe a que
de esta manera se garantiza que mucha gente pueda seguir trabajando,
produciendo prendas de usar y tirar que han de ser renovadas en ciclos cada vez
más cortos. Pero lo cierto es que podríamos optar por modelos alternativos: con
el desarrollo tecnológico actual y la mecanización de las tareas productivas,
sería perfectamente planteable romper ese ciclo y generar ropa mucho más
duradera, que favoreciese que los que trabajan en su elaboración pudiesen dejar
de hacerlo. Lo mismo se puede decir de los automóviles, los electrodomésticos y
casi cualquier otro consumible: vivimos en un sistema en el que reparar un
aparato resulta en muchos casos más caro que comprar uno nuevo, lo cual implica
una lógica productiva completamente opuesta a la sostenibilidad, por la escasez
de recursos. Lo que la metáfora Fraggle olvida tener en cuenta es que las
materias primas que utilizan los Curris para sus construcciones efímeras ha de
venir de algún lugar.
4.
¿Y cómo afecta este razonamiento a la arquitectura?
¿Podríamos prescindir de arquitectos y constructores, del mismo modo que
podríamos prescindir de empresas tipo Inditex o H&M? Por supuesto que sí.
Los arquitectos no somos necesarios, y la construcción de territorio se podría
resolver con la serialización absoluta de los edificios: sustituir la cultura
arquitectónica heredada de la historia por una nueva concepción de las ciudades
en la que los edificios fuesen escogidos en un catálogo y construidos
industrialmente mediante máquinas, haciendo que la fuerza laboral humana se
volviese residual. Del mismo modo cuando necesitamos un coche no encargamos uno
singular y específico para cada uno de nosotros sino que elegimos un modelo
existente, lo mismo podría suceder con las vivienda u oficinas, como bien
supieron ver ya los ideólogos de la
Bauhaus y luego visionarios más o menos utópicos como Fuller
o Archigram. Pero el caso es que la serialización de la arquitectura no ha
triunfado, y por los motivos que sean el ciudadano sigue siendo reticente a
elegir su casa en un catálogo.
¿Por qué? IMHO porque la cultura occidental es,
además de calvinista en relación al trabajo (el horizonte de promesas políticas
es el de “pleno empleo”) una gigantesca máquina de intercambio de signos
autocombistibles, de producción semiótica efímera: la arquitectura evoluciona
no por la progresión de los programas o los usos, sino ante todo por el de los
símbolos y las imágenes.
Los que defendemos no un modelo de pleno
empleo sino
de nulo empleo (una economía que mejorase cuanto menor fuese el PIB y el consumo) creemos que una completa industrialización de
la arquitectura no estaría en contra de la diversidad: lo específico de cada
obra vendría de los modos de ensamblaje, de la infinita posibilidad de hacer plug-in sobre un template urbano. Ello permitiría
solucionar el principal problema del territorio actual, y es que acceder a una
vivienda en propiedad sigue siendo muy caro debido al concepto artesanal de la
construcción que hemos heredado: los edificios más baratos son por lógica los
que menos mano de obra requieren para su construcción, los radicalmente
prefabricados.
En realidad este razonamiento que expongo es
tramposo y parcial, pues el modelo económico del nulo empleo no equivale a una
sociedad en la que no se hace nada, sino a una economía en la que se trabaje
únicamente por placer. Y ello habilitaría una arquitectura artesana que
estuviese regida no por los plazos sino por la excelencia y el cuidado de los
detalles: en cualquier caso se trata de un debate tan antiguo como el
Movimiento Moderno, pero que no termina de dar frutos debido a los importantes
intereses especulativos que favorecen el mantenimiento del status quo actual.
5.
Pero la lógica del intercambio simbólico y la
urgencia por actualizar constantemente el repertorio semántico de los objetos
que nos rodean sigue siendo una cuestión irresuelta, resultado de
determinaciones onto-epistemológicas muy arraigadas en nuestra cosmovisión
colectiva: la dinámica de proliferación de lo nuevo puede ser referida tanto a
los excelsos razonamientos de Boris Groys (encontrarán un interesante enlace al
respecto en la entrada que publicamos sobre él) como al trabajo del legendaio George Simmel, que investigó fenómenos
como el hecho de que las clases altas abandonaban sus costumbres a medida que
éstas eran adoptadas por las masas populares, anticipando los dinamismos de la
cadena simbólica que ata a Prada con Zara.
En este sentido, me ha encantado Domesticated Mountain, un
maravilloso proyecto especulativo de Andreas Angelidakis sobre el suburbanismo en
la era del hiperconsumo de imágenes vía tumblr o instagram. A mitad de camino
entre la arquitectura, el arte y el ensayo, todo su ingeniosísimo trabajo
orbita en torno a ideas como la producción en serie, la circulación universal
de imágenes, el consumismo lowbrow y la cruda realidad existencial de la vida
en ciudades que cada vez son en mayor medida cementerios de imaginarios
espectrales. En sus manos, ideas como los plug-ins, los templates, el patchwork y el packaging se convierten en instrumentos
de subversión cultural para un nuevo situaciaonismo adecuado para la era de la
información. Todo ello además sobre un cimiento intelectual muy cercano al
realismo especulativo y el posthumanismo, y realizado mediante imágenes feístas y
desconcertantes que funcionan como perfecto antídoto para el esteticismo
conservador que caracteriza al 99% de esta profesión. Un personaje al que no
perder de vista.
Hola mona:
ResponderEliminarSi te gusta el sonido Moon duo, que sepas que el guitarrista y cantante pertenece a otro grupo, The wooden Shjips que suenan igual, te recomiendo la discografía entera:
Te dejo un clip:
http://vimeo.com/78359380
Ayer han sacado álbum:
http://nodata.tv/?s=Wooden+Shjips
Te dejo tb algo de shoegaze gabacho:
http://www.youtube.com/watch?v=DQ_wlKIzsU0
El FIV es el 11 y 12 de abril.
V
gracias!!!! esta nuit lo bajo bicos!!!!!!!!!!!
EliminarY algo de shoegaze italiano, Be Forest... per lla curiositá:
ResponderEliminarhttp://www.youtube.com/watch?v=g2EimrHK7hk
Bicos