Lo Auténtico: definición, caracterización y localización
La concepción ideal de “lo
auténtico” que circula a través de nuestro imaginario colectivo funda
su genealogía, probablemente, en el platonismo, cuya metafísica se reconvertiría
en doctrina moral a través de la mística cristiana. La Autenticidad tal y
como la entendemos implicaría concordancia
plena entre esencia y apariencia en un mismo modo del ser. Según el “mito de la caverna”, el mundo se compone
de imágenes superficiales que obtienen su dignidad ontológica de alguna Verdad
ideal que las trasciende: la
Honestidad es la virtud propia de aquellas entidades cuya
superficie es expresión inmediata de
una naturaleza más profunda, y de ahí que lo auténtico implique un rango de
pureza, de sustancia incorrupta que subyace al orden de los simulacros. Corremos
el peligro de que aquello que percibimos no sea en realidad más que una
mascarada, una ilusión que deleita a los sentidos traicionando a la razón. De
acuerdo con la moral bíblica (reinterpretada inconscientemente por la izquierda
contemporánea), determinar la
Autenticidad de cualquier fenómeno equivaldría a un ejercicio
de excavación, horadar lo sensual mediante el escalpelo de lo intelectual, en
una auscultación que rastrea lo presente que
subyace a lo aparente. La leyenda de
Adán y Eva convirtió dicho modelo ontológico en el dogma que sirve de
Constitución fundamental a toda la legislación occidental: la manzana que se
nos aparece como manjar es, en su autenticidad profunda, un instrumento de
encantamiento, seducción y corrupción. La moral platonista que recorre
occidente desde el cristianismo al socialismo considera que la piel es una
instancia frívola cuando no se arraiga en el cielo de los conceptos puros y
abstractos.