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jueves, 17 de julio de 2014

Forma


Objeto y Proceso
Apuntes sobre ontología de la Forma
 
El concepto de “forma” tal y como recorre la metafísica occidental mantiene la huella del esquema hilemórfico fundado por Aristóteles y perpetuado (con matices) hasta el apogeo de la modernidad. Para el pensador griego, todo cuerpo o sustancia resulta de la concordancia de sus dos principios constituyentes: por un lado la materia (pasiva e indeterminada, invariable y genérica a todo lo que existe) y por otro la forma (activa y configurante,  sustantiva de las propiedades y potencias de cada objeto). El mundo sensible y las entidades que lo pueblan sería entonces un campo necesariamente formal en el que cada cosa obtiene su esencia y fundamento de la convergencia de lo universal y lo particular, lo necesario y lo accidental, lo determinable y lo determinante, el “principio de individuación” y el individuo, en el que lo singular es definible en función de sus diferentes grados de especialización y concreción en cada instancia. Si bien ambas categorías, materia y forma, son por fuerza simultáneas y concomitantes en cualquier realidad física, el hecho de escindir los registros binarios de lo material y lo formal propiciará el desarrollo de abundantes especulaciones escolásticas sobre la mutualidad polar de los cuerpos y los ideas, la potencia y el acto, o la esencia y la existencia, que contemplan los objetos como identidades firmes y con cierto grado de autonomía, imperturbable a través de todas las transformaciones, encuentros y mezclas con otras entidades. El objeto es entonces agente capaz de los acontecimientos, a los que sobrevive.

lunes, 3 de febrero de 2014

Paradigm shift ?




Dos instantes en la vida del
Résidence-atelier Miestchaninoff et Lipchitz en Boulogne-Billancourt, 
de Le Corbusier



miércoles, 29 de enero de 2014

Naturalismo queer

Naturaleza y heterotopía en el imaginario homosexual

versus 
L'Inconnu du lac, de Alain Guiraudie.

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Las estrellas más populares del artisteo gay posmoderno suelen radicalizar la artificialidad y artificiosidad de los objetos que retratan, en concordancia con los presupuestos ideológicos de la queer theory: ninguna identidad reconocible es dada naturalmente, sino resultante de una construcción imaginaria colectiva que distribuye el Ser de las cosas en función de intereses sociopolíticos hegemónicos circunstanciales. Del mismo modo que un hombre o una mujer no son más que proto-tipos preformativos producidos por intrincados dogmas culturales, el mundo en su totalidad es un trampantojo barroco en el que las apariencias son por un lado la única identidad profunda, y por otro el resultado de una especie de ensoñación colectiva. Las fotografías de los celebérrimos Pierre et Gilles llevan al paroxismo el decálogo estético queer. Sus personajes son tópicos tebeísticos que habitan limbos de cartón piedra, en los que cada identidad es figurada mediante los clichés inconscientes que llevan aparejados en nuestro imaginario: el marinerito cachas con camiseta de rayas y boina ladeada, la Virgen penitente de piel turgente y lágrimas de sangre, el efebo inmaculado que despierta a la sexualidad como una Gracia de Botticelli… Todos ellos invariablemente dispuestos en impávida posición estatuaria y en contextos igualmente irreales, que extreman la atmósfera de cuento de hadas para adolescentes escapistas. Estampas quiméricas,  generalmente localizadas en espacios “naturales”.

lunes, 27 de enero de 2014

Historia del futuro de la arquitectura

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Un pronóstico ilustrado con imágenes del comic 
The Private Eye”, de Marcos Martin y Brian K. Vaughan
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El porvenir: ¿promesas o sorpresas?

Aunque a nuestro “sentido común” ultramoderno le resulte incomprensible, el Futuro ha sido un tema de interés muy limitado (o directamente nulo) durante la mayor parte de la historia de la humanidad, pues la concepción preindustrial del Tiempo era diferente a la que hemos heredado de la modernidad. Así, hasta el siglo XVII la pregunta por el porvenir se reducía a la previsión de posibles desastres naturales, la resolución de conflictos bélicos y por supuesto la inquietud por las contingencias sentimentales: dado que las grandes civilizaciones históricas basaban su ideología en la Tradición y se mostraban reacias a cualquier cambio estructural importante, la concepción moderna del futuro como potencia de variabilidad sociopolítica carecía de sentido.
La vida cotidiana de un campesino era prácticamente idéntica a la de sus abuelos y sus nietos, la tecnología o la medicina apenas variaban de una generación a otra, los grandes acontecimientos sociopolíticos se eternizaban durante décadas (impensable a día de hoy una guerra que dure cien años), y la construcción de palacios y catedrales se prolongaba a menudo más que la vida de sus obreros. No se trata simplemente de que los acontecimientos fuesen más lentos, sino que el futuro se afrontaba como mera prolongación lógica y continuista del presente, que por tanto no debería reportar grandes sorpresas y que en ningún caso tendría por qué acarrear grandes disrupciones históricas. El concepto de “destino” era ante todo moral, y las escatologías no figuraban un Fin del Mundo poblado de robots y naves espaciales, sino como una proyección futura prácticamente idéntica al presente: el sentido de la vida no se medía con el porvenir, sino con la extemporaneidad pura en la que se ubicaban los diferentes infiernos y paraísos. Ciudades legendarias como Babilonia y Atlantis se ubicaban teóricamente en un pasado ancestral inmemorial, pero en el fondo eran construcciones morales sobre cómo la inercia del presente podría repercutir en el futuro (el rol de augurio moral y advertencia sociopolítica que hoy en día cumple la ciencia ficción proyectada sobre el futuro, en el mundo antiguo se proyectaba sobre el pasado remoto). 

martes, 21 de enero de 2014

Anthropocene, o lo no-muerto

Decrecimiento, decadencia, deshumanización.





El proceso de urbanización del mundo ha afianzado a las ciudades como el hábitat hegemónico, y desde que en 2008 la población urbana mundial sobrepasase el 50% de la total (un porcentaje que continúa aumentando), la habitación humana parece irremediablemente encaminada hacia escenarios de gran concentración. Pero mientras las megalópolis crecen exponencialmente en los polos globales de atracción de inversión, el éxodo desde el rural u otras poblaciones en decadencia llenan la superficie del planeta con huellas y sombras de lo que un día fue hábitat humano y ya no lo es. El creciente nomadismo de los asalariados (que se ven obligados a cambiar de residencia en función de los intereses de los grandes agentes de poder mercantil) propicia rápidos y fortuitos despoblamientos de lugares que quedan así condenados a la ruina, y cuya decrepitud pasa desapercibida cuando todos los titulares se afanan en cantar la maravillas de las urbes en expansión. Una de las más macabras prerrogativas del capitalismo es su capacidad para convertir en obsoletos territorios de fuerte arraigo humano, que si no son capaces de converger a los dictámenes del casino global y la economía del ocio quedan marginados de la circulación de capital y por tanto a expensas de su capacidad de supervivencia autónoma, inviable en un marco económico como el actual.

miércoles, 20 de noviembre de 2013

La gentrificación del rural

El paisaje gallego (feo, pobre, mutante y bastardo) frente al imperio del turismo

Quizás el arquetipo que mejor defina la urbanidad del ciudadano contemporáneo sea la vieja figura decimonónica del flaneur: el paseante ocioso que disecciona el mundo sin más escalpelo que su mirada, ensimismado en el éxtasis íntimo de la contemplación de la metrópolis, rastreando comparecencias efímeras de lo sublime en la ruidosa efervescencia de la ciudad. El voyeur, el mirón, participa de la colectividad en calidad de espectador pasivo, expuesto a la barra libre de experiencias sensoriales que hacen de la ciudad el más exquisito de los espectáculos: la riqueza y diversidad que exhiben los paseantes en sus ademanes y atuendos, la orgía de consumibles que pueblan los escaparates, la cacofonía de representaciones seductoras llenando de sensualidad cada esquina. Y por supuesto, la visión de los cuerpos, de los cuerpos de los demás. Marshall Mcluhan equiparaba a la publicidad con un cebo cuyo objetivo fuese atrapar nuestra atención. El flaneur contemporáneo, el atónito habitante de las calles, cafés y centros comerciales, ha caído entonces presa de esa fabulosa trampa de los sentidos que es la ciudad, que en la era del postfordismo se ha transformado en una gigantesca máquina propagandística que busca publicitarse a sí misma como imagen de marca. El urbanismo contemporáneo tiende a operar, cada vez en mayor o menor medida, como marketing urbano: la ciudad verdaderamente eficaz es aquella capaz de atrapar la atención del voyeur gracias a la proliferación de fuegos de artificio para los sentidos.

domingo, 20 de octubre de 2013

Pluma y Confetti. Del Ornamento

INNECESARIO, OPULENTO, SUPERFICIAL Y VULGAR

Pertenezco a una generación de arquitectos cuya educación ha estado secretamente presidida por la sombra de un pecado original ante cuyas tentaciones nuestra carne trémula siempre estuviese expuesta: el formalismo.  Subrepticiamente se nos ha inoculado la idea de que los grandes arquitectos lo eran por su inmunidad al embaucamiento del gesto caprichoso, y cuyas obras eran expresión de Verdades intelectuales sin concesión alguna a la exuberancia. La asignatura de Proyectos seguía el esquema de un acondicionamiento pavloviano que gratificaba los trabajos aparentemente más racionales y puros, a la vez que condenaba al escarnio a todo el que se atreviese a mear fuera del tiesto de la lógica y se rindiese al capricho de la intuición formal, eterno Genio Maligno de Descartes. Visto en retrospectiva, aquello tenía una cierta comicidad: los profesores parecían compartir entre ellos una Visión, una verdad revelada, epifanía de lo que es la Buena Arquitectura, y con magnánimo arbitraje decidían quién era digno de pertenecer al noble círculo de los Iluminados. Una fórmula que podría tener su dignidad si dichos maestros operasen con un discurso intelectual verdaderamente sólido y riguroso, pero la verdad es que su doctrina muestra una pobreza notable, siendo un mero recetario de trucos compositivos, a los que imputar en última instancia la mediocridad de los paisajes urbanos de nuestro país: es difícil encontrar en la historia de la arquitectura un régimen estético tan chabacano como el de la “escuela gallega”.

viernes, 20 de septiembre de 2013

fenomenología del espacio #1



GERNOT BÖHME Y EL ESTUDIO DE LAS ATMÓSFERAS EN ARQUITECTURA

La estética contemporánea insiste en alejarse del modelo kantiano que la vio nacer, y el éxito intelectual de Jacques Rancière ha redituado en el epicentro de los debates el sentido originario del término griego aisthesis. Si durante los dos últimos siglos el estudio de lo estético tomaba como eje la Crítica del Juicio y su articulación de percepción, placer y raciocinio como ejercicio de contemplación valorativa, los más interesantes pensadores contemporáneos del ramo amplifican los afluentes que convergen en la experiencia estética hasta encontrar en ella las determinaciones más profundas de nuestra cognición: aesthetics is the new politics. El problema de la belleza, nuclear al pensamiento romántico, pierde urgencia frente a los asuntos que presiden la tratadística contemporánea, mucho más escorada hacia la dimensión política del campo de lo fenoménico: el phenomenological turn que tantos ríos de tinta ha hecho fluir en las viejas cátedras europeas apenas tiene en cuenta las categorías propuestas por Husserl, buscando más bien un nuevo instrumental crítico capaz de operar como contrapoder al Capitalismo Cognitivo y postulándose a menudo como tangente al campo de la Noopolítica.
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